miércoles, 10 de abril de 2013

AL RESPECTO DE MASACRES, HOLOCAUSTOS E INOCENTES

Al respecto de masacres, holocaustos e inocentes
Manipular el lenguaje es manipular la realidad y someter la mente de las personas. Porque las ideas son previas a las ideologías, a la voluntad y a las creencias. Dependiendo de cómo se nombra una premisa, una idea o una acción, se asumirán de una manera o de otra diferente por el que las escucha o las presencia sin cuestionarlas. En España estamos históricamente habituados a esa deformación de las ideas consecuencia de pervertir el lenguaje con que se nombran. Se me ocurren algunos ejemplos paradigmáticos, como la palabra “rojo”, para nombrar a alguien con ideas progresistas o demócratas, o la palabra ”hereje” para nombrar a personas librepensantes o que no profesaban el cristianismo.
En ambos casos, el carácter despectivo que otorgan esos sustantivos ha servido históricamente para justificar, al inducir a la falsa idea de “peligro” en el inconsciente colectivo, el asesinato de muchos seres humanos. Recordemos las matanzas de “rojos” en la dictadura franquista, y recordemos a miles de personas sentenciadas por la Inquisición , a lo largo de muchos siglos, cuyos delitos eran pensar diferente. No se llamaban asesinatos, sino “ejecución de las hordas rojas” o “aniquilación de herejes”. No se llamaban viles asesinatos, pero lo eran.
No es lo mismo decir “fiesta nacional” que decir “espectáculo cruel en el que se tortura y se mata por diversión a un ser vivo”. Como no es lo mismo decir “miseria” que decir “sacrificio de los ciudadanos”, ni como es lo mismo decir “abusos grotescos y descarados” que decir “recortes”, ni decir “crisis” que decir estafa política y financiera. El modo de nombrar la realidad construye, realmente, esa realidad en la mente de las personas, independientemente de ser veraz o deformada. Ignacio escolar, en una brillante columna de diciembre de 2011, denominaba a este tipo de manipulación de la era popular “neolengua”.
Se trata del eufemismo, herramienta favorita de los que, a falta de argumentos racionales y veraces, se ven avocados a deformar la percepción de la realidad para justificar sus intereses sectarios y sus acciones inmorales o, incluso, criminales, multiplicando con ello la inmoralidad de sus palabras y de sus actos. El eufemismo y la manipulación de las palabras no sólo se puede elaborar por exceso, sino también defecto, cuando se reduce el significado general de una palabra a sólo a una parte de su correlato con la realidad.
Un caso de eufemismo por defecto me lo encontré el otro día leyendo una noticia en la prensa. El obispo de Donostia, Munilla, en la homilía que celebró el pasado viernes en la capital de la catedral guipuzcoana, calificó al aborto de “holocausto silencioso” y de “masacre de inocentes”. No es nada extraño, porque refleja muy bien la postura de la iglesia en este asunto. Parecen ignorar los próceres de la Iglesia que se trata de un tema social y sanitario, y que, en esas terribles circunstancias para algunas mujeres, nadie mata a nadie, se interrumpe un embarazo cuando se cumplen una serie de requisitos consensuados por la ciencia médica y por la Ley.
No se puede nombrar como “inocente” a un cigoto. Un embrión en las primeras semanas de gestación no es un ser humano, no porque lo diga yo, sino porque lo dice la ciencia. Existen millones de seres humanos, ya nacidos, que también son inocentes, y que mueren por hambruna, o por guerras, muchas de ellas religiosas, por cierto, o por miseria, o por explotación; y Munilla no dice nada al respecto, quizás no le interese.
Cientos de miles de españoles están siendo deshaucidados de sus hogares por hipotecas y por leyes abusivas; muchos de ellos se están suicidando; más del 25% de los niños españoles menores de dieciséis años, según un estudio de Eurostat, está sufriendo malnutrición a consecuencia del paro y de la precariedad económica; millones de trabajadores están ganando sueldos miserables, mientras se les está hipotecando para pagar deudas públicas multimillonarias de dinero que se reparten unos pocos, y mientras se institucionaliza en el país la corrupción y el robo a lo público. ¿Acaso estos niños, estos ancianos desprotegidos, estas personas indefensas ante la voracidad de un gobierno que vulnera sin piedad sus derechos, y que cuenta, por cierto, con el beneplácito eclesial, no son seres inocentes? Hablemos con propiedad, con realismo y racionalidad. Dejemos de manipular tanto las creencias y las conciencias de la gente.
Los holocaustos y las masacres son otra cosa muy diferente. No hay cigotos culpables ni cigotos inocentes, pero sí hay seres humanos culpables y hay seres humanos inocentes, a los que Munilla, por cierto, no defiende. Porque, hablando con propiedad, y citando al gran William Shakespeare, “hereje no es el que arde en la hoguera, hereje es el que la enciende”.
Coral Bravo es Doctora en Filología
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