“Sólo las víctimas pueden correr el velo”
Vitali es una voz disidente dentro de la Iglesia. A raíz del juicio a un ex religioso del Colegio Marianista de Caballito, acusado de abuso sexual, el ex cura reflexiona sobre lo que llama la “matriz” del clero para enfrentar estos casos.
Documento con fecha
sábado, 01 de septiembre de 2012.
Publicado el
domingo, 02 de septiembre de 2012.
Autor: Mariana Carbajal.Fuente: Página 12 - Argentina.
Autor: Mariana Carbajal.Fuente: Página 12 - Argentina.
“En Argentina debe haber más casos de abuso sexual infantil por parte
de curas católicos que en Estados Unidos, Irlanda, Holanda, España,
Chile. Pero la mayoría de las víctimas seguramente fueron niños pobres y
huérfanos que estaban institucionalizados en establecimientos
eclesiásticos y no tenían manera de defenderse frente al poder absoluto
de los representantes de Dios”. Lo afirma el ex cura Adrián Vitali, una
voz disidente dentro de la Iglesia Católica. Vitali fue cura en Córdoba.
Dejó los hábitos luego de que la mujer con la que había iniciado una
relación amorosa quedó embarazada. Pero antes, la jerarquía católica le
ofreció mandarlo a otro destino y que la Iglesia se hiciera cargo de la
manutención de la criatura si renunciaba a su paternidad. Desde hace
varios años investiga los casos de abuso sexual infantil en
instituciones religiosas, con vistas a plasmar sus apuntes en un libro.
Movilizado por el juicio contra un ex religioso y docente del Colegio
Marianista, del barrio porteño de Caballito, Vitali se refirió al tema
en una entrevista de Página/12, donde habló de las prácticas de
ocultamiento de los casos de abuso sexual por parte de la jerarquía
católica. “Creo que es el primer caso en Argentina donde la víctima
después de tantos años puede denunciar a su abusador. Este juicio va a
ser una bisagra para los que aún permanecen en un profundo silencio
anónimo”, evaluó.
El año pasado, Vitali pidió la autorización de la Santa Sede para
casarse con aquella mujer que lo empujó afuera del sacerdocio. Con ella
tiene dos hijos y vive en Río Tercero. En 2011, publicó el libro Cinco
Curas. Confesiones silenciadas, junto con otros ex sacerdotes, entre
ellos Nicolás Alessio (53), también de Córdoba, que fue sometido a
juicio canónico por apoyar el matrimonio igualitario y como sanción se
le impide dar misa.
–¿Por qué cree que hay más casos de abuso sexual en
instituciones religiosas que ocurrieron en la Argentina y que todavía
están silenciados?
–Cuando algunas víctimas pudieron contarlos fueron castigados por
mentirosos y por poner en duda la santidad de los religiosos. Además,
hoy esos niños y niñas abusados son adultos y cuando ven que el cura
Julio César Grassi o monseñor Edgardo Storni –ya fallecido– son
condenados por pederastas y se los deja en libertad, deben volver a
sentir el mismo desamparo que sintieron cuando ellos mismos fueron
víctimas. Como sociedad, a estas víctimas no les dimos ninguna
posibilidad de justicia porque las instituciones prefirieron salvar su
imagen.
–¿En qué se basa para afirmarlo?
–La matriz eclesiástica es la misma en todo el mundo. Si en los países
desarrollados sucedieron estas cosas que recién salieron a la luz hace
diez años por la independencia de las instituciones judiciales y
políticas, imaginemos lo que debe haber sido en los países del tercer
mundo, donde la Iglesia tenía miles de establecimientos de internado de
niños y más poder que las instituciones del Estado. Con la impunidad que
se debe haber manejado. Pero la impunidad no sólo se consigue y se
mantiene por las relaciones que se puedan tejer dentro de la misma
institución eclesial. La impunidad siempre está vinculada al poder
político de turno. Que es el que garantiza el silencio cómplice a cambio
de vacíos rituales sociales que simulan bendecir lo que seguramente
Dios detesta.
–¿Por qué la Iglesia Católica ha encubierto estos casos de una u otra forma?
–Porque, para la Iglesia, la pederastia no es un delito sino un pecado.
Y el pecado cuando se confiesa se perdona y todo vuelve a comenzar de
nuevo. La que tiene el poder de perdonar es la Iglesia. Lo confesado
queda bajo el secreto de confesión y el victimario inmediatamente
comienza a gozar de una pseudo impunidad de conciencia. La costumbre de
encubrimiento y disimulo de la pedofilia en la Iglesia no es un fenómeno
contemporáneo y no es nuevo para el Vaticano, aunque hoy sea algo
público. Viene de hace tiempo en la Iglesia. No surgieron en los últimos
siete años después de la muerte del beato Juan Pablo II. Los hechos
denunciados son de los últimos cincuenta años, más de la mitad del
pontificado de Juan Pablo II, que estuvo acompañado por el actual papa
Benedicto XVI, que a su vez hoy intenta separarse de esa posición de
silencio que la Iglesia mantuvo durante tantos años frente a las
evidencias de las denuncias. El Vaticano intentó por todos los medios
mantener en secreto los abusos que sacerdotes y obispos cometían con
niños, sin importarle el perjuicio de la Iglesia. Ellos conocían muy
bien el problema de la pederastia dentro de la institución eclesiástica y
el desorden que tenían y tienen con la sexualidad sus sacerdotes y
obispos. Pero la política vaticana siempre fue mantener estos delitos en
secreto.
–¿Qué pasó puntualmente con la jerarquía católica en Argentina?
–Su posición frente a los abusos no es diferente de la de las iglesias
del resto del mundo. La Iglesia en Argentina siguió las mismas
normativas vaticanas que todo el mundo. Cuando hay un sacerdote
condenado, justifica su silencio diciendo que no suele emitir juicio ni
comentario alguno sobre la actuación de la Justicia civil en casos en
los que están involucrados miembros del clero. Pero el silencio siempre
es una forma de lenguaje, es una forma de decisión y de posición
personal o de gobierno. El silencio nunca es neutro, siempre nos
posiciona al norte o al sur, al este o al oeste. ¿Por qué el silencio
piadoso e imprudente de la jerarquía ante casos tan evidente? ¿Qué saben
los sacerdotes pedófilos de los obispos de la conferencia episcopal,
que la institución corporativamente prefiere con su silencio quedar como
cómplice? ¿Qué hay en el subsuelo de este silencio? ¿Será un silencio
consensuado? ¿Será un silencio negociado? ¿Qué precio tiene este
silencio? ¿Será por temor a que iluminen los agujeros negros de la
Iglesia? Siempre la institución con los recursos de los fieles termina
pagando estudios jurídicos caros para defender a curas que han abusado
de menores.
–¿A qué cree que responde el abuso sexual por parte de religiosos especialmente a varones a su cuidado?
–Creo que el celibato no es el problema, el problema es la institución
monárquica y patriarcal que minimiza los casos de pederastia en sus
templos y los encubre. La pederastia es una enfermedad, no una crisis
espiritual como supone la Iglesia. Es una patología que está presente en
todos los ámbitos y no tiene todavía un tratamiento definido. La
mayoría de los pederastas son heterosexuales, no homosexuales. Hay gente
común que es célibe y no es religiosa y no anda abusando de niños. Hay
estadísticas en países serios que dicen que el 90 por ciento de los
clérigos son activos sexualmente y esto la Iglesia lo sabe. Un 65 por
ciento son heterosexuales, un 15 por ciento homosexuales y un 10 por
ciento pederastas. Si uno traslada estos índices a la sociedad
descubrirá que son los mismos que los de la Iglesia. Con la diferencia
de que la sociedad los sanciona y la Iglesia los silencia. Decía un ex
monje benedictino que en el seminario nos inculcan la renuncia a la
mujer para poder ser sacerdotes, pero nada nos dicen de los varones. Por
eso inconscientemente estar con un varón sea adulto o niño no estaría
en el registro de prohibiciones, ni atentaría con la carrera
eclesiástica del religioso, porque el varón no puede quedar embarazado.
–¿Los casos de abuso por parte de los clérigos tienen algún patrón?
–El patrón común frente a las denuncia de pederastia por parte del
clero en Argentina, Brasil, México, Estados Unidos y Europa son cinco
puntos: primero, se busca desacreditar a la víctima, tratándola de
mentirosa y de calumniadora como lo hizo el cura Grassi. Segundo, se
intenta responsabilizar a la víctima como que fue ella la que provocó,
como sostiene el obispo de Tenerife, cuando dice que hay adolescentes de
13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además,
incluso, si te descuidás, te provocan. Tercero, si el caso es evidente,
siempre se trata de una conspiración política que busca perjudicar la
obra de la Iglesia. Cuarto, se pretende comprar el silencio de la
víctima para salvar la imagen de la Iglesia con una tentadora
indemnización. Quinto, se traslada al cura de parroquia y todo vuelve a
empezar de nuevo.
–¿Qué condiciones piensa que favorecerían para que salieran a la luz otros casos que podrían estar silenciados?
–Lo que ayudaría a que estos casos salgan a la luz es el testimonio de
las víctimas y que la Justicia dé respuestas razonables. Porque las
causas donde hay curas involucrados para que lleguen a juicio demoran
muchos años y eso desalienta a cualquier víctima. Sólo ellas pueden
correr el velo de tanta impunidad realizada en nombre de Dios. Sólo
ellas tienen la autoridad moral de señalar a sus abusadores para que la
sociedad los identifique y los juzgue a ellos y a la institución
eclesial por su complicidad. Como lo hizo Sebastián Cuattromo (que
denunció al ex docente y religioso del Colegio Marianista). Creo que es
el primer caso en Argentina donde la víctima después de tantos años
puede denunciar a su abusador. Tengo la impresión de que este juicio va a
ser una bisagra para los que aún permanecen en un profundo silencio
anónimo.
Adrián Vitali, en la foto con su familia, fue sacerdote en Córdoba y dejó los hábitos.
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