La Iglesia no quiere ruinas
La diócesis navarra devuelve tres templos inservibles a tres pueblos a cambio de que les perdonen la deuda contraída
La Iglesia no quiere ruinas. No dan dinero, más bien al contrario. El arzobispado de Navarra ha devuelto al Ayuntamiento de Leoz
tres iglesias que tenía a su nombre a cambio de que el consistorio le
perdone la deuda contraída con él, que al cabo de varios meses ya sumaba
45.000 euros. Una solución peculiar por la que el pueblo consigue para
sí los tres templos, o sea, las tres ruinas. El Ayuntamiento lo
conforman 12 pueblos y un señorío, pero no llegan a 300 habitantes. Un
buen día se decidió comprobar el estado de todos los edificios del
caserío y varios fueron declarados ruinosos, algunos de particulares,
otros del propio Ayuntamiento y varios de la Iglesia. "Se les informó a
todos de lo que tenían que hacer, para empezar, vallarlos, por
cuestiones de seguridad, y les pedimos que le dieran una solución. Todo
el mundo hizo lo que debía, menos la Iglesia. Hasta el vallado lo
tuvimos que poner nosotros en un principio", dice el alcalde, Ramón
Muruzábal.
La desobediencia administrativa les ha costado un expediente sancionador a razón de 3.000 euros al mes por cada iglesia. "Cuando ya acumulaban un agujero de 45.000 euros en total nos mandaron una carta para que anuláramos la deuda y nos quedáramos a cambio con las tres iglesias, la de Bezquiz, Amunarrizketa y Uzkita", sigue el alcalde.
Los navarros ya están familiarizados con los rifirrafes entre los Ayuntamientos y el obispado y se saben de memoria este palabro: inmatriculación. Significa poner a tu nombre algo que nunca tuvo propietario registrado. Un ciudadano debe demostrar que ese algo le pertenece, pero a los obispos les basta dar una orden y el funcionario deja constancia de su nueva propiedad. Se lo permite la ley desde tiempos franquistas, porque les equipara a un fedatario público. Durante décadas, los prelados han puesto a su nombre fincas, huertos, casas rectorales, escuelas, cementerios, patios, tierras e inmuebles que, en muchos casos, los vecinos consideraban suyos porque los habían construido piedra a piedra con sus manos y sin pedir nada a cambio. En 1998 el presidente Aznar amplió estos privilegios a los templos de culto. Desde entonces, la diócesis navarra ha puesto a su nombre más de mil y pico inmuebles de todo tipo, cientos de templos, algunos de los cuales se han vendido después, incluso a los propios Ayuntamientos, que, pillados por sorpresa, no les ha quedado más remedio que pagar por algo que era suyo cuando han querido recuperarlo. Todavía hay pleitos aquí y allá, pero en Navarra una plataforma se ha encargado de documentar caso a caso. No hay un resquicio para la duda.
Las mencionadas iglesias de Leoz no fueron una excepción: "Lo han inmatriculado todo", dice el alcalde. Pero los obispos no quieren ruinas. Así responden en la diócesis de Navarra, por escrito, a una pregunta de este periódico sobre una polémica parecida, la de la iglesia de Abaiz: "La diócesis no acostumbra a inscribir las ermitas en ruinas, si se inscribió la de Abaiz fue porque lo solicitó el Ayuntamiento de Eslava...". Dicen también, sobre preguntas referidas a Abaiz a cuyas respuestas remiten para este artículo, que un templo cristiano es un bien de la Iglesia. Pero si se trata "de un edificio abandonado que no tiene culto, ni lo va a tener, no tiene sentido la discusión". Aunque esto no se compadece con escuelas, cementerios y otros inmuebles y fincas que han inmatriculado.
Ahora, en plena crisis, el Ayuntamiento busca solución a las piedras y los tejados venidos abajo que quedan allí. En Navarra hay muchas iglesias así, es difícil restaurar todo. "Queríamos hacer un albergue en la de Uzkita, quizá, pero no tenemos presupuesto, a lo mejor recurrimos a los campos de trabajo para ir levantándolo todo", aventura el alcalde. Ya no hay mucho de valor. En la anterior alcaldía "llegaron a un acuerdo con el obispado para consolidar lo que seguía en pie de una de ellas, les arreglábamos la capilla y lo demás pasaba a propiedad pública. Había una pila bautismal que sí tenía algún valor, pero una pared le había caído encima. Dijimos que si al descombrar seguía en buenas condiciones le adecentábamos un espacio allí, para conservarla. Y se recuperó perfecta, pero desapareció. Ahora la tienen en el castillo de Ujué", relata el alcalde. ¿Se sienten engañados? "No, no es que nos sintamos, es que nos engañaron". La pila bautismal no estaba en ruinas.
La desobediencia administrativa les ha costado un expediente sancionador a razón de 3.000 euros al mes por cada iglesia. "Cuando ya acumulaban un agujero de 45.000 euros en total nos mandaron una carta para que anuláramos la deuda y nos quedáramos a cambio con las tres iglesias, la de Bezquiz, Amunarrizketa y Uzkita", sigue el alcalde.
Los navarros ya están familiarizados con los rifirrafes entre los Ayuntamientos y el obispado y se saben de memoria este palabro: inmatriculación. Significa poner a tu nombre algo que nunca tuvo propietario registrado. Un ciudadano debe demostrar que ese algo le pertenece, pero a los obispos les basta dar una orden y el funcionario deja constancia de su nueva propiedad. Se lo permite la ley desde tiempos franquistas, porque les equipara a un fedatario público. Durante décadas, los prelados han puesto a su nombre fincas, huertos, casas rectorales, escuelas, cementerios, patios, tierras e inmuebles que, en muchos casos, los vecinos consideraban suyos porque los habían construido piedra a piedra con sus manos y sin pedir nada a cambio. En 1998 el presidente Aznar amplió estos privilegios a los templos de culto. Desde entonces, la diócesis navarra ha puesto a su nombre más de mil y pico inmuebles de todo tipo, cientos de templos, algunos de los cuales se han vendido después, incluso a los propios Ayuntamientos, que, pillados por sorpresa, no les ha quedado más remedio que pagar por algo que era suyo cuando han querido recuperarlo. Todavía hay pleitos aquí y allá, pero en Navarra una plataforma se ha encargado de documentar caso a caso. No hay un resquicio para la duda.
Las mencionadas iglesias de Leoz no fueron una excepción: "Lo han inmatriculado todo", dice el alcalde. Pero los obispos no quieren ruinas. Así responden en la diócesis de Navarra, por escrito, a una pregunta de este periódico sobre una polémica parecida, la de la iglesia de Abaiz: "La diócesis no acostumbra a inscribir las ermitas en ruinas, si se inscribió la de Abaiz fue porque lo solicitó el Ayuntamiento de Eslava...". Dicen también, sobre preguntas referidas a Abaiz a cuyas respuestas remiten para este artículo, que un templo cristiano es un bien de la Iglesia. Pero si se trata "de un edificio abandonado que no tiene culto, ni lo va a tener, no tiene sentido la discusión". Aunque esto no se compadece con escuelas, cementerios y otros inmuebles y fincas que han inmatriculado.
Ahora, en plena crisis, el Ayuntamiento busca solución a las piedras y los tejados venidos abajo que quedan allí. En Navarra hay muchas iglesias así, es difícil restaurar todo. "Queríamos hacer un albergue en la de Uzkita, quizá, pero no tenemos presupuesto, a lo mejor recurrimos a los campos de trabajo para ir levantándolo todo", aventura el alcalde. Ya no hay mucho de valor. En la anterior alcaldía "llegaron a un acuerdo con el obispado para consolidar lo que seguía en pie de una de ellas, les arreglábamos la capilla y lo demás pasaba a propiedad pública. Había una pila bautismal que sí tenía algún valor, pero una pared le había caído encima. Dijimos que si al descombrar seguía en buenas condiciones le adecentábamos un espacio allí, para conservarla. Y se recuperó perfecta, pero desapareció. Ahora la tienen en el castillo de Ujué", relata el alcalde. ¿Se sienten engañados? "No, no es que nos sintamos, es que nos engañaron". La pila bautismal no estaba en ruinas.
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