sábado, 7 de febrero de 2015

EXORCISTAS Y PIRADOS


Coral Bravo
Coral Bravo
Retazos
Exorcistas y pirados
La religión, como propagadora del fundamentalismo y de la irracionalidad, es una fuente de insania mental, que varía en grados dependiendo del tipo de personalidad y del nivel de fanatismo y de adhesión que se ostente
Que la realidad supera la ficción es algo que constatamos a lo largo de la vida en numerosas ocasiones, cuando percibimos que cualquier relato de ciencia-ficción se queda más que corto ante acciones humanas que, por aberrantes, son verdaderamente inimaginables, y ni siquiera propias de los seres más perturbados. Decía Albert Einstein que la estupidez humana no tiene límites, aunque, además de la estupidez, no tienen límites ciertas creencias y locuras humanas que traspasan los límites de lo demencial y lo macabro. Porque, como ha escrito el filósofo y novelista Robert M. Pirsig, “cuando una persona padece de delirios se le llama locura, pero cuando son muchas las personas que padecen de delirios se le llama religión”.
La religión, como propagadora del fundamentalismo y de la irracionalidad, es una fuente de insania mental, que, lógicamente, varía en grados dependiendo del tipo de personalidad y del nivel de fanatismo y de adhesión que se ostente. Uno de esos grados es la superchería popular, que se enardece con fantasmagorías, mitos y folclores diversos que suplen, a modo de catarsis, la falta de racionalidad y de conocimiento del mundo, tal cual es el caso de apariciones y supersticiones varias, enmarcadas más que en ninguna creencia, en la perturbación mental. La mayor parte de “apariciones”, por ejemplo, son producto de neurosis y psicosis de distinto tipo, o de fortísimos adoctrinamientos que producen una alta carga de obsesión paranoide en el caso de los niños. Cuando esos fenómenos “extraños” son seguidos por multitudes, estamos hablando de psicosis colectivas, cuyas aberrantes consecuencias más o menos todos llegamos a calibrar.
Hace años, yo era casi una niña, en una visita a Ávila me encontré con algo que me impactó intensamente. En una visita cultural a no recuerdo qué iglesia, pude ver, y me costaba hacerlo, nada menos que un dedo amputado de Santa Teresa, metido en un frasco de formol. Ese dedo llevaba ahí siglos, era el trozo de un cadáver de una santa católica al que muchos fervientes creyentes encomiendan sus deseos, anhelos e inquietudes personales aun hoy en día. No me lo podía creer. Ese dedo no se me fue de la mente en mucho tiempo, y me preguntaba quién se había dedicado a amputar un dedo a un cadáver para ser mostrado, a modo de señuelo y escaparate, a los curiosos y a los fieles per secula seculorum. Yo no sé a los demás, a mí me parece macabro y demencial.
Sin embargo, no es algo esporádico y aislado, no. Todos sabemos que el cristianismo tiene especial predilección por los asuntos necrológicos. Cuerpos momificados, cabelleras arrancadas de los cráneos, piernas, brazos, manos, huesos de santos; todo un rosario de esperpentos verdaderamente dignos de presidir cualquier museo de los horrores. Aunque, pensándolo bien, siempre es mejor a que el despedace se haga en vivo, en lo cual el cristianismo también tiene sobrada experiencia. Cualquier museo de instrumentos de tortura no rememora otra cosa que las técnicas utilizadas por las instituciones religiosas para torturar y acabar con la vida de cualquier librepensador o disidente de sus “bondadosas” doctrinas.
El tema de los exorcismos es otro cantar, aunque muy relacionado. Y es que inventarse a un demonio es un chollo cuando de lo que se trata es de someter y asustar al personal. Durante muchos siglos la Iglesia católica ha considerado poseídos por el demonio a enfermos mentales, a discapacitados, a homosexuales, a mujeres libres, a librepensadores, y, en definitiva, a todo aquél que no se ajustara milimétricamente a sus rígidos e inhumanos moldes. Y no hablamos de hace siglos; hace escasas décadas, en el franquismo, la psiquiatría de Franco, encabezada por Vallejo Nájera, consideraba “locos” o “poseídos” a los rojos, es decir, a los demócratas. Hace pocas décadas a un rojo de buena familia o a un homosexual se le podía encontrar encerrado en un manicomio recibiendo continuos electroshocks.
Y hace unos días una profesora de religión, fanática religiosa y supuesta “guía espiritual” de varias familias, ha sido imputada en la investigación que el Jugado de Instrucción 2 de Burgos está llevando a cabo sobre la menor, relacionada con sectas fundamentalistas católicas, que el año pasado sufrió nada menos que trece exorcismos en dos conventos de Valladolid y que después intentó quitarse la vida, lo cual, tras esas experiencias dantescas no es nada extraño. Esa niña estaba enferma, necesitaba atención psiquiátrica, y no ser sometida a esas monstruosidades por parte de verdaderos pirados. Estaba perturbada mentalmente, lo cual, dado los ámbitos de fanatismo religioso en que se movía, tampoco es nada extraño. Lo que sí es extraño es que en pleno siglo XXI, en la era de la información y de los avances tecnológicos, se siga financiando a una institución totalitaria, irracional, enemiga del progreso y de la razón, y capaz de tales desvaríos.
Coral Bravo es Doctora en Filología
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