La Iglesia y el crimen
Es apabullante la impunidad de los profesionales de la palabra evangélica. ¿Por qué callan los católicos?
Documento con fecha
Sunday, 21 de December de 2014.
Publicado el
Sunday, 21 de December de 2014.
Escrito por: Josep Ramoneda.Fuente: El País.
Escrito por: Josep Ramoneda.Fuente: El País.
El modo cómo las autoridades eclesiásticas
y la propia sociedad tratan los casos de pederastia y abusos sexuales
perpetrados por sacerdotes demuestra que este país mantiene todavía una
relación insana con una religión acostumbrada a operar en posición de
monopolio oficial.
Sorprende el extraño temor de Dios (o de
la Iglesia que es un poder más real y concreto) que opera sobre las
conciencias, a pesar de los progresos de la laicidad. Tener conflictos
con los curas da miedo. Que las víctimas oculten los hechos o se
resistan a denunciarlos tiene su lógica: una mezcla de temor a las
represalias de los agresores, de vergüenza y de culpa. Pero que muchos
padres prefieran pasar página y tratar de olvidar antes que ayudar a sus
hijos a denunciar los abusos, da cuenta de la influencia que ciertos
tabús y la capacidad de coacción de la Iglesia mantienen sobre las
personas. La sombra de los años del franquismo es alargada. La Iglesia
era entonces un brazo ideológico y represivo del poder y de un conflicto
con ella sólo se podía salir perdedor. Hoy la Iglesia tiene mucho menos
peso. Ha perdido todas las batallas que ha dado contra las reformas
legislativas en materia de derechos y libertades. Y, sin embargo, sigue
asustando. Desde la propia política y desde algunos medios no se tratan
los abusos de eclesiásticos con la misma exigencia que se aplica a
crímenes parecidos sin curas implicados.
Resulta espeluznante que el criterio que
rige la respuesta de los dirigentes eclesiásticos sea ocultar los hechos
en nombre de la defensa de la imagen de la Institución. Para los
funcionarios de Dios la reputación prevalece sobre el crimen. Ellos que
disfrutan tronando contra comportamientos socialmente aceptados y
legalmente reconocidos, de la homosexualidad al divorcio, del aborto a
la libertad sexual, pero contrarios a su restrictiva moral, protegen a
unos criminales que han utilizado su poder y autoridad para violar y
humillar a personas indefensas. Sólo cuando los escándalos toman ya
dimensión pública, aplican alguna sanción interna. Raramente denuncian a
los culpables ante la Justicia. Y, a menudo, mantienen en sus cargos a
personas conocidas como corruptores.
En fin, es apabullante la impunidad de los
profesionales de la palabra evangélica. La sensación de que todo está
permitido es directamente proporcional al poder del que se dispone.
Supongo que hablar en nombre de Dios todopoderoso puede confundir a
cualquiera. Pero cuando un obispo utiliza como coartada que la justicia
divina está por encima de la humana y que Dios será el que dé el
verdadero veredicto y el que perdone a los pecadores, no sólo estamos
ante un enorme desprecio a las víctimas. Se está asumiendo
doctrinalmente la impunidad del criminal. El papa Francisco ha abierto
alguna rendija para sacar los abusos a la luz, pero se nota como empujan
los suyos para mantener las puertas y las ventanas bien cerradas. ¿Por
qué callan los católicos?
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