Política y superstición
Muchos españoles, inmersos desde que nacen hasta que mueren en una teocracia –y muy sectaria para más señas– ni siquiera son conscientes de ello
Documento con fecha
jueves, 21 de agosto de 2014.
Publicado el
sábado, 23 de agosto de 2014.
Escrito por: Coral Bravo.Fuente: El Plural.
Escrito por: Coral Bravo.Fuente: El Plural.
Religión, confesionalismo, es decir, superstición, hasta en la sopa.
Así estamos los españoles. Aunque muchos ni se dan cuenta, al igual que
el gusano de un rábano desconoce que hay algo más, porque se cree que el
mundo entero es ese rábano. Hablaba hace unos días con un grupo de
amigos belgas y me decían que se sorprendían de que España fuera un país
en que la religión lo impregna todo o casi todo. Yo les contesté que es
algo obvio para cualquier mente ajena a la superstición religiosa, pero
no para una gran cantidad de españoles, inmersos, desde que nacen hasta
que mueren, directa o indirectamente, en una cultura, la española, que
ha sido casi siempre, a lo largo de la historia, una teocracia, y muy
sectaria, para más señas.
Tenemos religión en la enseñanza pública. Con dinero público se
financia, incluso, el adoctrinamiento de los colegios religiosos
privados, concertados les llaman, lo cual significa que son un negocio
financiado por el Estado cuyos beneficios van a manos privadas. Tenemos
religión en los hospitales, en los que se paga el sueldo a varios curas
por lo que llaman alivio espiritual, que yo llamo manipulación de las
mentes y, si se puede, de los bolsillos; faltando el respeto
absolutamente, por cierto, a los enfermos, que los hay, y muchos, que no
profesan la confesión católica. Y mire usted por donde, me parece de
cajón que en los hospitales lo que debe de haber es médicos y
profesionales sanitarios, no adoctrinadores ni, en palabras de Fernando
Vallejo, captadores de herencias.
Tenemos religión en la política, en cárceles, en los servicios
sociales, en las residencias de ancianos, en el Ejército. Tenemos
capillas en las universidades. En cada nueva urbanización construida se
edifica, a cargo del erario público (eso siempre), una nueva Iglesia.
Símbolos religiosos por doquier. Una iglesia en cada pueblo, un
arzobispado en cada región. Hasta en muchas mesillas de hoteles, a modo
proselitista, uno se puede encontrar una Biblia, libro sagrado para los
adeptos al cristianismo y, como dijo Saramago, el mayor catálogo de
crueldades jamás escrito.
Mientras media España pasa penurias e, incluso, hambre, la Iglesia
católica continúa percibiendo sólo de los Presupuestos Generales del
Estado once mil millones de euros anuales, de los que no se ha recortado
ni un solo céntimo. Y continúa registrando a su nombre, es decir, a
nombre de un Estado extranjero, miles de bienes públicos en todo el
país, como viene denunciando desde hace años la Plataforma de Defensa del Patrimonio navarro.
Y es que sigue vigente, aunque muchos españoles desconocen el asunto,
el Concordato entre España y el Vaticano, que firmó el dictador en 1953,
y se refrendó en 1979, lo cual constituye la llave principal de la
Iglesia a la hora de acceder a los inmensos y abusivos beneficios de que
goza en España.
¿Pero esto qué es? ¿Acaso podemos decir, como se dice, que vivimos en
una democracia? ¿O acaso seguimos viviendo en una teocracia, por
disfrazada que esté? Porque, como dijo el filósofo y librepensador
chileno Sebastián Jans, una democracia es laica o no es democracia. Es
así de claro y así de simple.
Pues bien, como sabemos, desde que el PP está en el poder, se ha rizado
el rizo hasta lo surrealista e inimaginable (ya sabemos que los del PP
son muy cristianos, ellos, quizás porque saben que, como se confiesan,
su conciencia queda en un plisplás libre de culpas, por muchas, graves y
atroces que sean). Y nos llegan noticias de lo más increíbles,
ridículas y dantescas que muestran que la injerencia sempiterna de la
religión en la política en España ha llegado a cotas inconcebibles y
grotescas. Como que el consejero de Sanidad de Madrid pida salud a la
Vírgen, en una ofrenda floral, para ahorrar en gasto sanitario; o como
que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, se encomiende a la Vírgen de la
Paloma para que disminuya el paro, como hizo en su día Fátima Báñez con
la Vírgen del Rocío, lo cual es muy curioso, porque parece que las
Vírgenes no responden a tanta plegaria: el paro ha aumentado casi en un
millón de personas desde que gobierna su partido, y España se ha
convertido en uno de los países más pobres de Europa. Mejor que pidan un
milagro, en los que tanto creen.
Y es que parece que tanto rezo y tanta plegaria hayan trastocado las
neuronas de los que nos gobiernan. O no, porque, como bien sabemos, la
religión, ya lo decía Marx, es el opio del pueblo, y de ello siempre se
han aprovechado los corruptos, los totalitarios y los tiranos. Y porque,
parafraseando al gran Simón Bolívar, “más que por la fuerza nos dominan
por el engaño”.
Botella y virgen Paloma 2014
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