Opinión

Retazos
Familia real y cristiana
11/04/2013
Con el tiempo, y simplemente poniendo en acción un mínimo de neuronas y de análisis crítico de las cosas, uno llega a entender perfectamente que ese afán anacrónico y desmedido (que parece provenir de mentes con esquemas medievales) tiene una fácil y clara explicación. Es producto del interés por controlar la vida afectiva y social de las personas, de impedir el pluralismo y la diversidad, y de negar la felicidad y la libertad humana. Porque constreñir la vida afectiva y privada de la gente a unos moldes rígidos, y a una moral dogmática, inflexible y basada en prejuicios y en apariencias, es un modo implacable de tener a la sociedad sometida, temerosa e idiotizada.
Donde impera la imposición, la obligación, la represión, la restricción y las máscaras lo lógico es que, bajo ellas, exista una gran falsedad y una enorme frustración. A todos nos son conocidas personas estrictas y ultra religiosas que, bajo el manto de las apariencias, esconden actos oscuros y depravados. Y todos tenemos conocimiento de muchas de esas perfectas familias cristianas cuya vida personal, tras el escaparate, está presidida, no por la complicidad ni el amor, sino por el fingimiento, la incomunicación y la impostura.
La familia real se ha convertido en el ejemplo paradigmático perfecto de esa falsedad, por ser arquetipo de la “familia cristiana” española, dada la estrecha complicidad entre la institución monárquica y la Iglesia católica, y dado el interés que siempre ha mostrado por venderse de cara a la galería como ejemplo de familia perfecta, unida, católica y tradicional . Habiendo salido a la luz la verdad que subyace tras la máscara prefabricada de la superficie, estamos constatando que esa ejemplaridad es una gran farsa, tanto a nivel personal como institucional.
No me refiero exactamente a la vida privada de nadie. Soy una absoluta defensora de la privacidad de las personas, y detesto cualquier intromisión en la vida personal de cada quién. Pero, con lo que ha llovido a estas alturas, y teniendo en cuenta que la familia real es una institución muy bien financiada con el dinero público, los asuntos de la monarquía son asuntos que conciernen a los que la pagamos y la mantenemos, los españoles.
Corrupción, tráfico de influencias, fundaciones sin ánimo de lucro con un gran ánimo de lucro, comisiones a princesas extranjeras, evasión de dinero a paraísos fiscales, malversación de fondos, amiguismos, safaris millonarios en Kenya, nepotismo, grandes fortunas, fraude a la Administración , prevaricación, falsedad documental (presuntamente)… sobrepasan más que con creces la capacidad de aguante de un país sumiso y que ha respetado en exceso a una monarquía que deriva directamente, no lo olvidemos, de la voluntad de un tirano.
Ahora la familia real concuerda perfectamente con el arquetipo de la “familia cristiana”, ese tipo de familia que vive sometida a pautas yertas y almidonadas que restringen la felicidad, la humanidad, la tolerancia y la libertad, abocando a sus miembros, en muchas ocasiones, bien a la infelicidad, bien a la doblez moral, siempre en aras de satisfacer a la galería, y en aras de conservar el status quo y los intereses.
Y es que la monarquía es, como otras tantas instituciones seculares, un gran negocio, además de una institución antidemocrática por definición, porque presupone la superioridad, por genética, de una familia frente al resto. Por todo cual, el próximo día 14 estaré en la manifestación que todos los años conmemora la Segunda República. No porque sea antimonárquica, sino porque quiero un régimen político justo, transparente y democrático en mi país; y porque soy demócrata convencida, soy republicana. Y más con la que está cayendo.
Coral Bravo es doctora en Filología
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