El "Vati-sex" pasa factura a la Iglesia en vísperas del relevo del Papa
La Santa Sede ha estado tapando durante más de medio siglo los abusos sexuales y la pederastia de muchos de los más altos jerarcas católicos, pero la presión acumulada en ese tiempo de denuncias y relatos de víctimas se ha convertido en un
Documento con fecha
lunes, 25 de febrero de 2013.
Publicado el
martes, 26 de febrero de 2013.
Autor: Rafael Plaza Veiga.Fuente: Público.
Autor: Rafael Plaza Veiga.Fuente: Público.

Monseñor Keith O'Brien, cardenal arzobispo de las diócesis escocesas de
Saint Andrews y Edimburgo, es el primer jerarca de la Iglesia que tiene
que renunciar a participar en la elección del nuevo Obispo de Roma,
tras la dimisión de Benedicto XVI, a causa del escándalo de abusos
sexuales y pederastia que sacude los cimientos de la Santa Sede. Pero el
Vati-sex sísmico que ha estallado en la antesala del histórico Cónclave
después de décadas de maniobras para ocultar esos delitos y encubrir a sus autores
amenaza a otros muchos obispos y prelados, como el cardenal de Los
Ángeles, Roger Mahony, cuyos feligreses de Catholics United se oponen a
que participe en la designación del próximo Papa.
O'Brien se ha visto obligado a "dimitir" de su cargo tras haber sido acusado de un "comportamiento inapropiado" (abusos sexuales, para ser exactos) con
seminaristas y sacerdotes en la década de los 80. La noticia fue
adelantada por la BBC, pero el Vaticano se apresuró a comunicar pocos
minutos después que el papa Benedicto XVI había aceptado la renuncia
"por motivos de edad". A sus 74 años, era el más veterano jerarca de la
Iglesia Católica en Reino Unido y pone punto final a su carrera
eclesiástica después de que cuatro curas católicos (uno de ellos ya
secularizado) se quejaran muy recientemente al Papa por lo que en el
Vaticano denominan "conducta indebida" o "inapropiada", que durante años
ha llevado a cabo el cardenal británico y que parecen remontarse a la
década de los 80.
O'Brian fue el más duro oponente del matrimonio homosexual y calificó a los gays de "inmorales"Precisamente
O'Brian -el más alto cargo de la Iglesia católica en Escocia y líder de
su Conferencia Episcopal- ha sido hasta ahora una de las figuras más
destacadas en la jerarquía católica de Reino Unido en promulgar un rotundo rechazo a la propuesta de aceptar el matrimonio homosexual, (que calificó como "nocivo para el bienestar físico, mental y espiritual", considerando a los gays "personas inmorales"), el aborto, la eutanasia, la desaparición del celibato de los curas...
Lo que el Vaticano llama "conductas inapropiadas o indebidas", refiriéndose al cardenal O'Brian, son, en román paladino, abusos
deshonestos de niños, jóvenes y también sacerdotes primerizos, por
parte de sus superiores, sus obispos o sus jerarcas. Todavía existen
miles de víctimas que esperan, entre ellas muchos ex Legionarios de Cristo y centenares de adultos violados cuando niños, que el Papa les reciba para poderles pedir personalmente perdón en nombre de la Iglesia.
Benedicto XVI no gana para sustos, aunque durante los 25 años que
trabajó junto al papa Juan Pablo II, como Prefecto de la Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe y la Moral, conoció cientos de
denuncias que entonces jamás pudo tomar en consideración, a juicio de
muchos, porque se lo prohibió Karol Wojtyla.
Especialmente las referidas a Marcial Maciel, fundador de la Legión de
Cristo, y de vida sexual y económica muy desacorde con las normas
católicas; hasta que, una vez elegido papa, decidió "retirar" de la
vida pública al poderoso clérigo mexicano. Pero Ratzinger sabía muy bien
que ni era el único ni con Maciel se iban a cerrar las denuncias por
los abusos sexuales cometidos por sacerdotes, obispos e incluso
cardenales de la Iglesia.
Los Legionarios de Cristo de Marcial Maciel
Uno de los analistas españoles que mejor conocen las interioridades de
la Iglesia, Pepe Rodríguez, publicó hace ya 10 años un trabajo
espléndido acerca de los delitos sexuales del clero contra menores: "Pederastia en la Iglesia Católica" (Ediciones B, Barcelona 2002), que él mismo señala como "un drama silenciado y encubierto por los obispos".
El resultado es sobrecogedor. En él se recogen centenares de casos de
sacerdotes que llegaron a ser condenados judicialmente por cometer
delitos sexuales contra menores, y de buen número de obispos relevados
de sus cargos al hacerse públicas sus conductas pederastas.
Pero estas condenas o destituciones han sucedido en la última década,
cuando, según las noticias que van apareciendo y estremeciendo a la
comunidad católica, un día sí y otro también, era algo que venía sucediendo, "que se sepa", desde los años 40 del siglo pasado: lo de Marcial Maciel, desde 1950, cuando ya el propio papa Pío XII le suspendió a divinis por un año, cosa que ni Benedicto XVI se atrevió puntual y tajantemente a hacer.
Durante muchísimos de estos años, en no pocos seminarios y parroquias,
en no pocos pueblos de España, se han producido numerosos casos de violación y abusos sexuales de niños y adolescentes, y también cientos de embarazos de mujeres por parte de sacerdotes, párrocos y educadores religiosos. El castigo
que los obispos imponían a muchos de aquellos clérigos era...
cambiarles de lugar o destinarles a alguna misión de África o América
Latina. El que se imponía a muchos obispos o cardenales de todo el
mundo, de los que ya hoy día empiezan a conocerse sus nombres, era
cambiarles de diócesis y en algunos casos ascenderles de categoría.
En ocasiones, el Vaticano premiaba con un ascenso los delitos sexuales de obispos y cardenales
Lo que quiere decir, sencillamente, que en el Vaticano los delitos
sexuales del clero nunca se han tomado en consideración; es más, se han
encubierto y en ocasiones hasta se han premiado con un ascenso. En
cualquier caso, siempre se han silenciado. En realidad, y ya desde los
tiempos de Juan XXIII, la cúpula eclesial ha mantenido una legislación canónica que obligaba a encubrir y perdonar al clero
en este y en otros delitos. Más aún: a prohibir expresamente
difundirlos o denunciarlos. Según Pepe Rodríguez, tal encubrimiento
sigue siendo práctica cotidiana en las diócesis católicas.
Desde hace al menos 10 años, en algunas diócesis de España, Francia,
Italia, Polonia, Gran Bretaña, Alemania, Austria, Bélgica y muy
sonadamente Irlanda o Estados Unidos, y en no pocas de México, Costa
Rica, Colombia, Puerto Rico, Argentina o Chile, y en la lejana
Australia, han venido apareciendo gran número de casos con nombres y
apellidos de sacerdotes, obispos y cardenales acusados por sus víctimas
de abusos sexuales, pero condenadas estas últimas a sufrir las
consecuencias de un decálogo episcopal para los encubrimientos y de las vergonzosas maniobras de los obispos y del Vaticano para ocultar esos delitos
y proteger al clero pederasta, asombrosamente numeroso. Los chantajes
para conseguirlo han sido, durante todos estos últimos años, de
auténtico espanto. Algunas de las víctimas, ya adultas, al no poder
soportar el trauma que les dejó el abuso sexual de niños, han acabado
suicidándose. O en un psiquiátrico.
Pero Benedicto XVI, que conocía estas tragedias desde sus años de Gran Inquisidor,
jamás hizo o pudo hacer algo por ellos. Recientemente, el papa
Ratzinger ha modificado el Código de Derecho Canónico a este respecto...
pero es ya demasiado tarde. Más aún: una declaración pontificia de hace poco más de un año trataba de "justificar" los abusos y violaciones de niños y jóvenes por parte del clero "por la liberación sexual de los años 60", como
si la culpa de estos delitos la tuvieran el mundo en general y los
hippies del eslogan "paz y amor", en particular, o "la revolución del
68", como llegó a afirmar algún preboste de la Iglesia. ¡Menos mal que
no han echado la culpa de todo a Simone de Beauvoir, la mujer de Jean
Paul Sartre, autora de El segundo sexo!
Cardenal Stafford: "Tenemos la obligación de ayudar a las víctimas"
Ya en 2002, cuando un cardenal norteamericano miembro de la Curia
Vaticana -monseñor James Stafford- debatía en Roma -en presencia del
papa Juan Pablo II y el resto de los cardenales de su país- el escándalo
de la pedofilia en los Estados Unidos, afirmó por primera vez
abiertamente: "La Iglesia pagará muy caros estos errores... Ha
sido una tragedia, pero tenemos la obligación de reaccionar y de ayudar
por todos los medios a las víctimas"... Y no se las ayuda tapando esos
crímenes ni echando la culpa a la "liberación sexual del siglo XX". Ni a
la prensa, como acaban de hacer los portavoces vaticanos.
Las miles de demandas en Estados Unidos y en otros muchos países (incluidos Bélgica, España e Irlanda), los millones de dólares que están pagando en indemnizaciones a las víctimas
de los abusos sexuales del clero varias diócesis estadounidenses
(algunas han entrado en quiebra a causa de ello), y en los últimos años
el creciente e imparable descubrimiento de que los autores de tales
abusos no son sólo curas de a pie sino también obispos y
cardenales de la Iglesia de Roma, parece haber resultado ser, entre
otras causas, el detonante final de la estampida a que ha
llegado, tras más de 500 años sin dimisiones de pontífices, Benedicto
XVI, para dejarle a otro la solución del problema.
Un problema que, junto a la corrupción en la Banca de Dios, puede acabar de una vez por todas con 2000 años de poder de la Iglesia Católica.

No hay comentarios:
Publicar un comentario