PSOE. Renovarse o morir
24/10/2013
En una reflexión para este diario, en la sección Opinión, el pasado domingo Luis Solana ponía el dedo en la llaga que está gangrenando,
en un desplome de intención de voto que aumenta día a día, al principal
partido de la oposición. Decía literalmente Solana: “Agradezco a
Rubalcaba todo lo que ha hecho por España y por el PSOE tanto como el
que más. Pero no tengo más remedio que decirle a mi compañero Alfredo
que, con él a la cabeza de nuestro partido, jamás ganaremos las
elecciones.”El Partido Socialista ha sido, sin lugar a dudas, la fuerza política de izquierdas que ha dominado el panorama político español en la corta historia de nuestra democracia. Con mil errores y otros tantos aciertos, ha sido la agrupación política que ha gobernado en seis legislaturas, y ha agrupado y conducido, unas veces bien y otras veces menos bien, con sus luces y sus sombras, las inquietudes democráticas, políticas y sociales de los españoles. Esos mismos españoles que, en los últimos tiempos, se ven cada día menos representados y menos protegidos por la fuerza política de la oposición. Las encuestas, con resultados cada día más desesperanzadores, lo dejan bien claro.
Es evidente que la oposición no opone apenas resistencia a los desvaríos de la política del gobierno neoliberal. Es evidente que muchos votantes del PSOE se sienten defraudados por la política continuista de la ruinosa burbuja inmobiliaria y del desfalco financiero que inició el gobierno Aznar. Es evidente que el PSOE no ha sabido mantener su ideología primigenia, y ha funcionado, en más ocasiones de las que los votantes pueden tolerar, más como una fuerza satélite de la derecha que como un partido firmemente posicionado en la socialdemocracia y en la defensa del progreso, de los derechos humanos y de la libertad. Es evidente que el PSOE ha defraudado, y sigue defraudando, a los españoles en algunos aspectos de importancia primordial.
Es evidente que el PSOE no ha sabido, o no ha querido frenar la tremenda ofensiva neoliberal de la derecha, contraria a los derechos humanos, que está asolando el país de mano de la derecha. Es también evidente que, aun cuando ha podido con sus mayorías absolutas, no ha tomado medidas contundentes contra graves males endémicos que perviven y ensombrecen tradicionalmente el panorama político y social español. Es evidente que se ha alejado de la posición laicista que definió al partido desde su mismo nacimiento, y ha solido adoptar una política, en este sentido, continuista y apática, sin dar soluciones concretas, por ejemplo, al Concordato de Franco con el Vaticano que, de manera edulcorada pero implacable, sigue increíblemente vigente a día de hoy. Su argumento es que muchos de sus votantes son creyentes. Falaz motivo para alejarse del laicismo que debería defender, porque por un puñado de votantes desinformados e involucionados pervierte su ideología y desencanta a millones de votantes coherentes e informados que, sean o no creyentes, defienden la separación Iglesias-Estado.
Es evidente que dentro del partido existe un lobby conservador más cercano a las posturas ideológicas de la derecha confesional que a cualquier partido socialdemócrata que se precie. Recordemos a Bono, por ejemplo, intentando nombrar como patrona del Congreso a una fanática religiosa. Y es observable, además, el poder de este lobby y su capacidad de influencia y de acción dentro del partido. Tanto es así, que algunos titulares de la prensa internacional hablaban, hace pocos años, de dos principales fuerzas políticas en España, una de extrema derecha, PP, y otra de derechas, PSOE. De ahí provenga, quizás, que las bases del partido estén hastiadas, y que una buena parte de los votantes progresistas españoles, a pesar de las terribles circunstancias, le hayan retirando su confianza y su voto.
Es hora, pues, de que el supuesto principal partido de la izquierda española se renueve si quiere sobrevivir, es hora de que redefina con contundencia su armazón ideológica, se deshaga de sus telarañas derechosas, redibuje sus objetivos y su complicidad con la sociedad española, se defina con rotundidad en el laicismo que es intrínseco a cualquier ideología progresista, y convoque, con urgencia, unas primarias; porque es obvio que un candidato poco conocido por los votantes será poco votado. Es tiempo, ahora más que nunca, de actuar con contundencia, con exigencia, con profesionalidad, y con cercanía estrecha con los enormes y apremiantes problemas que está viviendo la sociedad española.
No es tiempo de juegos de poderes, ni es tiempo de “talantes”, ni de absurdos buenismos, ni de arribismos, ni de intereses personales, ni de erradas estrategias de marketing, ni de inacción, ni de silencios. Como a Luis Solana, Rubalcaba me parece un político honesto y sensato, pero demasiado pusilánime y complaciente para los terribles tiempos que corren. Y no estamos en tiempos de complacencias, sino en tiempos de agallas, de trabajo, de coherencia y de coraje. El PSOE necesita savia nueva, nuevas caras que enfrenten con determinación renovada, redefinición ideológica, honestidad, fuerza, seriedad y rotundidad ante el gravísimo expolio que está viviendo la sociedad española en pleno siglo XXI. Porque, como decía Alexander Vinet en el siglo XIX, el continuismo es la muerte, el verdadero progreso consiste en renovarse. Renovarse o morir. Porque gran parte de los españoles queremos y necesitamos fuerzas progresistas auténticas, izquierdas que sean izquierdas, y no sucedáneos edulcorados de la derecha. No olvidemos que, como decía Martin Luther King, mucho peor que la perversidad de los malvados es la indiferencia y la inacción de la gente buena.
Coral Bravo es Doctora en Filología
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